En la actualidad se ha concluido que “no hay nada en la biología femenina que determine la dedicación de las mujeres al cuidado, ni tampoco nada en la masculina que lo impida”. La modernidad exige a hombres y mujeres aportar económicamente, por lo que amas de casa han pasado a formar parte de la actividad laboral remunerada. Estas trasformaciones también se han presentado en los modelos tradicionales de las familias, que han pasado de nucleares a extensas, monoparentales, ensambladas, homoparentales, y de padres separados.
El cuidado y atención responsable a hijos e hijas por parte de padres y madres debe estar caracterizado por el manejo de habilidades sociales como la asertividad, la tolerancia a la frustración, la flexibilidad, la sociabilidad, entre otras. Los padres y madres deben adoptar posiciones flexibles ante determinadas situaciones, entendemos por flexibilidad (Pérez & Aguilar, 2008) a la capacidad para facilitar la conversación entre los miembros de la familia, es decir que los padres y madres “muestren una actitud abierta ante lo que escuchen; por tanto, sus interacciones, a diferencia de las familias“inflexibles”, son libres y menos coordinadas por una autoridad”. Esto no quiere decir que sean permisivos ante conductas inapropiadas de sus hijos, si no que tengan sentido crítico para juzgar o valorar las actitudes, pues de no hacerlo se puede llegar al uso de formas violentas de crianza y educación.
(Musitu& Cava, 2001) citado por (Palacio Madero, Villavicencio Alvarado , & Mora Oleas , 2015) manifiesta otro factor importante dentro de cuidado responsable es la capacidad de socializar, y este autor la define como el proceso mediante el cual las personas adquirimos los valores, creencias, normas y formas de conducta apropiados en la sociedad a la pertenecemos. Sin embargo, una limitante radica en que la sociedad actual no ha logrado que los estereotipos y mandatos sociales permitan una aceptación personal real, y, por lo tanto, relaciones equitativas sin el uso del poder hacia determinado género.
La tolerancia a la frustración de padres y madres se evidencia cuando “un sujeto mantiene la tendencia de respuesta en una situación pese a los sucesivos fracasos que en la obtención de la solución se hayan podido dar”(Moreno , Hernández, García, & Santacreu, 2000). La frustración es parte de la interacción social y del cotidiano vivir, no se puede evitar, pero si manejarla y de existir problemas, solucionarla, pues, para ejercer la maternidad y paternidad es importante que se cuente con un autoconocimiento de las características personales y las formas de reaccionar frente a la ansiedad, depresión, angustia, enojo y otras emociones.
El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con su padre y madre, éste le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto. En el estudio denominado Apego seguro, vínculos parentales, clima familiar, e inteligencia emocional: socialización, regulación y bienestar señalan que:
Los resultados indican que las personas con mayor bienestar informan de un bajo apego inseguro, temeroso, recuerdan una relación más cálida, perciben una mayor expresividad emocional en su familia y, además una mayor claridad, regulación y verbalización de emociones, así como un buen rendimiento, es decir, una mayor inteligencia emocional (Páez, Fernández, Campos, Zubieta, & Casullo, 2006).
Una de las formas de la violencia intrafamiliar es el maltrato infantil, que es definido por el Centro Internacional de la Infancia de París como “cualquier acto por acción u omisión realizado por individuos, por instituciones o por la sociedad en su conjunto […] que priven a los niños de su libertad o de sus derechos correspondientes”(Posada, Gómez, & Ramírez, 2008). En vista de que se pretende que padres y madres tengan actitudes que prevengan situaciones de maltrato es indispensable que se pueda evaluar si sus condiciones emocionales no sigan patrones de crianza que emplean el castigo físico o verbal como correctivo.
La agresividad usada como forma de educación se relaciona con la agresividad con la que niños y niñas se comunican en sus entornos, el estilo de crianza parental como factor relacionado, cuyos resultados “muestran la existencia de una relación significativa entre la agresividad en los niños y la mayoría de los factores del estilo de crianza parental”(Raya, Pino, & Herruzo, 2009). Debido a que los padres y madres son los modelos de referencia más importantes de su vida y la falta de apoyo y de responsabilidad parental son actos que ocasionan graves consecuencias para un desarrollo equilibrado.
Padres y madres emocionalmente estables educan hijos e hijas felices.